05 noviembre 2006

Subida al Mulhacén

Esta vez hemos apuntado muy alto, realmente hemos apuntado a lo más alto. El pico más alto dentro de la “piel de toro”. Su majestad el Mulhacén, con sus 3.482 metros de altura que va a ser asaltado por ocho intrépidos bikers: Anémico, Curro, Raspa, Pepe, Slow, José Murcia, Juan y yo mismo.


La aventura empezó en el mismo momento en que Anémico nos contó, hace ya algún tiempo, su última subida al Mulhacén y su intención de repetirla este año. Algunos empezamos ya a soñar con esta ascensión y poder sentirnos por unos minutos más altos que 40 millones de españoles.

En un principio la ruta se planteó como cualquier otra salida de fin de semana, es decir, salir de buena madrugada, realizar la ascensión y volvernos después de comer, pero poco después algunos comenzamos a pensar que no era muy buena idea levantarte a las 4 para hacerte 300 Km de coche y luego la paliza de las subida, así que empezamos a buscar alojamientos en Capileira.

Yo encontré unos apartamentos a buen precio y decidí aprovechar para hacer algo de turismo rural con la familia, ya que no conocíamos la zona y nos habían dicho que merecía la pena.
Luego Pepe encontró un hostal más económico aún y decidió irse con José Murcia y Slow a pasar la noche allí. A ellos se les uniría Juan esa misma noche y los otros tres valientes saldrían de Murcia muy tempranito para estar a las 9 en la línea de salida.

Bien, pues una vez reagrupados todos en la puerta del hostal y con un día nublado pero que no amenaza lluvia, nos disponemos a iniciar la dura subida con la esperanza de poder culminar la ascensión y llegar a la cumbre, porque Anémico nos ha advertido de que, a pesar de ser solo 26 Km de subida, el frío y la altura pueden hacer estragos en nuestros humanos organismos.

De momento la subida empieza bien, la pendiente no es muy pronunciada y el primer tramo es asfalto, que luego se convierte en una ancha pista que nos llevará a la barrera donde está el forestal para impedir que la gente se meta por aquí con los vehículos.

El ambiente es inmejorable y vamos todos charlando animadamente y gastando bromas. También aprovechamos para ir haciendo algunas fotos.

Cuando llegamos a la barrera nos paramos un rato a charlar con el guardia y nos dice que el último tramo que sube a la cima se prohibió a bicicletas el año pasado, con lo cual vemos en peligro nuestra ansiada meta. Nos dice también que tenemos la opción de dejar las bicicletas en el refugio y subir andando, pero no es lo mismo subir a pie dejando abandonada a nuestra compañera de fatigas.
Al rato llegan dos ciclistas más y nos dicen que podemos hacerle caso al guardia, pero que va a ser muy difícil que alguien nos vea a esa altura y que normalmente no hay forestales patrullando alrededor de la cima, por lo que si queremos podemos subir tranquilamente. Eso ya nos parece más razonable, así que nos despedimos del guardia, al que no le ha hecho mucha gracia la intervención de nuestro amigo, y seguimos para arriba con la intención de saltarnos la prohibición a la torera.

A partir de aquí el paisaje se va haciendo más agreste, los árboles van desapareciendo poco a poco y el frío va aumentado, aunque tenemos la suerte de que el viento está en calma y no parece que vaya a cambiar.

Seguimos por la pista e intentamos ir reagrupándonos cada cierto tiempo, ya que a mí me cuesta seguir el ritmo de los más fuertes y el amigo Pepe, que parece que no tiene uno de sus mejores días, se va quedando cada vez más atrás.

Las nubes se van cerrando sobre nosotros y en algunos tramos solo alcanzamos a ver unos metros del camino. Nos cruzamos con algunos montañeros y algún que otro ciclista, e incluso con una “guiri” muy delgada que nos adelanta haciendo footing a un ritmo que nos hace preguntarnos para que coño llevamos nosotros una bicicleta.

El único vehículo que nos encontramos es un minibús que sube lleno de “guiris”, debe estar autorizado para que la gente pueda decir que ha subido al Mulhacén sin necesidad de pegarse una paliza impresionante en bicicleta o a pie. La verdad es que visto desde encima de la bici no parece tan mala idea.

Alrededor del Km 20 llegamos al desvío a la derecha que lleva a la cima y aquí se plantea el dilema. Slow y Juan prefieren seguir por la pista hasta el refugio y luego subir andando. Anémico y yo queremos coger la senda que lleva a la cima. Y raspa dice que si está prohibido sube andando, pero no en la bici. Los demás están dudosos y escuchan los argumentos de unos y otros.

Finalmente ganan los que quieren seguir por la pista hasta el refugio y Anémico y yo nos resignamos y nos vamos con ellos por no dividir el grupo. De todas formas Curro se ha ofrecido a quedarse en el refugio con las bicis, porque no lleva calzado adecuado para patear hasta la cumbre.

Los últimos seis Km se hacen insufribles, después de 20 Km de subida constante las fuerzas van ya muy justas. Menos mal que el Anémico, que es un monstruo, me acompaña en mi calvario a pesar de que con mi lentitud estoy poniendo en peligro la culminación de la cumbre. De todas formas Pepe viene bastante por detrás acompañado de Raspa que es otro monstruo.

Por fin llegamos al refugio después de seis horas pedaleando hacia arriba y yo voy bastante maltrecho ya. A la derecha se ve el impresionante pico del Mulhacén nevado que nos desafía a subir los últimos 400 metros de desnivel, aunque en estos momentos se me antoja bastante difícil que pueda conseguirlo.

Al rato llega Pepe con Raspa y nos dedicamos a hacer unas fotos y a reponernos con toda clase de barritas y bebidas que todavía nos quedan. Incluso alguien saca una tableta de turrón del duro que me sabe a gloria.

Se han hecho las 3 de la tarde y nos replanteamos la subida al pico, ya que nos llevaría sus buenas dos horas de subida a pié y al menos otra hora de bajada al refugio, más la hora que nos llevará llegar a Capileira. Probablemente se nos haría de noche y además los cuerpos están pidiendo ya sentarse a una buena mesa a recuperar las fuerzas.

Al menos hemos sobrepasado la cota de los 3000 metros, lo cual ya es una hazaña en sí. Pocos pueden decir que han subido tan alto. Así que nos lanzamos para abajo a toda pastilla con la esperanza de llegar antes de que hayan cerrado los restaurantes.

La bajada es una auténtica locura, vamos sorteando piedras hasta que cogemos la pista buena y entonces nos lanzamos a tumba abierta divirtiéndonos de lo lindo pero jugándonos el físico en algunos tramos.

Veintiséis Km en 45 minutos, a una media de más de 34 Km/h, y eso que tuvimos que parar a reparar un pinchazo de raspa.

Llegamos al restaurante y las primeras cervezas nos saben a gloria, algunos hemos tenido la suerte de poder ducharnos y el ambiente en la comida es excelente. Nos ponemos como el quico de tapas Alpujarreñas y chapatas rellenas de manjares variados.

Ha sido una subida sin incidentes de mención y donde el tiempo y el buen humor nos han acompañado. A pesar de no haber podido culminar ha merecido mucho la pena y ya vamos pensando que el año que viene tendremos que volver a intentarlo saliendo un poco más temprano y un poco más arriba. El Mulhacén tiene que ser vencido.

Saludos parcelarios.