13 abril 2006

El Ismael

Jueves santo, jueves de pasión, hemos quedado Jose Miguel, Pepe y yo para darnos una vuelta por El Valle y quizás buscar una ruta hasta Carrascoy.

La cita es a las 9, pero el despertador tiene sus propios planes y ha decidido no sonar esta mañana, por lo que he abierto un ojo a las 9 menos diez y he salido corriendo, al final he llegado a las 9:30 y Jose Miguel ya se había ido para arriba, hemos intentado cogerlo y lo hemos llamado varias veces,
pero ha decidido hacer la ruta en solitario y al final ni nos hemos cruzado.

Pepe y yo hemos subido por El Sequén y tomado el atajo que va a la tierra roja, desde aquí nos hemos dirigido hacia la bajada de El Ismael, pero antes de llegar: primer pinchazo. No he repuesto la cámara que pinché la última vez, así que Pepe me tiene que prestar la suya. La colocamos y como la bomba no va muy bien, decido probar la botella de gas que compré el otro día, pero por no apretarla bien no consigo hincharla del todo y tengo que conformarme con congelarme las yemas de los dedos con la dichosa botellita que se enfría de lo lindo al dejar escapar todo el aire.

Finalmente llegamos al comienzo de la ruta de El Ismael e iniciamos la bajada, que habrá de ser trialera y accidentada. Un par de veces me lan
zo a comprar una bonita parcela Ismaeliana y termino con unos cuantos raspones más en mis sufridas piernas.

La ruta es muy divertida, pero hay que andar con cuidado porque en muchos sitios se baja al límite y basta un pequeño error de cálculo para verte en serios aprietos. No obstante merece la pena, aunque a mí me gusta más La Sima, que es un poco menos accidentada.

Llegamos al final de El Ismael, o sea al camino de El Sequén, y Pepe se empeña en volver a subir hasta la cadena para bajar por la senda de El Fraile. Yo me dejo convencer porque realmente no hemos
hecho aun muchos kilómetros y una buena bajada nunca se deja pasar.

Finalmente nos dejamos caer por una que empieza un poco antes de la cadena de la senda de El Fraile y que parece ser la PR-22. Resulta una ruta trialera y divertida que nos lleva por la ladera de enfrente del castillo de La Luz y nos permite tomar unas bonitas fotos del castillo desde una perspectiva que no había visto hasta ahora.

Bajamos por el zig-zag de la luz y cuando estamos llegando abajo… la jodimos, otro pinchazo en la misma rueda, y esta vez va a haber que repararlo porque ya no llevamos más cámaras.

Bueno, que no cunda el pánico, la técnica de la reparación del pinchazo ha sido perfeccionada a lo largo de muchos años: Se localiza el pinchazo, se raspa bien la zona, se abre el tubo del pegamento y… ¡sorpresaaaaaa!, el tubo está roto y el pegamento se ha secado. Ahora ya sí que puede cundir el pánico.

Pepe se ofrece para llegarse hasta la carretera y esperar que pase un ciclista para pedirle que le deje el pegamento y allí se dirige mientras yo arrastro tristemente mi montura en pos de él.
Al rato vuelve y me dice: “Ya está todo arreglado, he parado a uno y me ha dado el tubo de pegamento”. Pues a retomar la operación, volvemos a local
izar el pinchazo, destapamos el tubo y… ¡sorpresaaaaa!, está más seco que el ojo de un tuerto. Realmente este no es mi día.

Nos llegamos hasta la carretera y esperamos a ver si pasa otro compañero, pero ya es un poco tarde y no pasa nadie, por lo que finalmente me rindo a la evidencia y decido llamar a mi mujer para que venga a recogerme en el coche.

Realmente el despertador era el único que hoy sabía lo que hacía, debería de haberle hecho caso.

Moraleja: revisa de vez en cuando que el tubo de pegamento esté en buenas condiciones, porque según la conocidísima ley de Murphy, si tú no lo haces es muy probable que la persona que amablemente te ofrezca el suyo tampoco lo haya hecho.

Saludos Parcelarios.

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